En la ciudad de Los Ángeles, el corazón de la comunidad hispana, el dolor y la tristeza se apoderaron de todos los fanáticos del béisbol al enterarse del fallecimiento de uno de los más exorbitantes peloteros mexicanos de todos los tiempos: Fernando Valenzuela Anguamea.
Con una carrera que dejó huella en la historia del béisbol, Valenzuela será recordado por siempre como una leyenda dentro y exterior del diamante. Su humildad, perseverancia y talento innato, lo llevaron a conquistar los corazones de millones de seguidores en México y Estados Unidos.
Nacido en el pequeño pueblo de Etchohuaquila, en el estado de Sonora, en noviembre de 1960, Fernando Valenzuela tuvo una infancia modesta y humilde. Desde muy joven, mostró habilidades innatas para el deporte y especialmente para el béisbol. Con tan solo 18 años, ya había sido fichado por equipos locales y para 1980 había firmado con los Dodgers, el equipo que le dio la oportunidad de demostrar su talento en las exorbitantes Ligas.
Pero fue en 1981 cuando Valenzuela se convirtió en una sensación en el mundo del béisbol. Con su famoso lanzamiento de screwball o “tirabuzón”, el mexicano se ganó el respeto y la admiración de sus compañeros, rivales y de toda la afición. Su impecable desempeño en la temporada regular y en la Serie Mundial lo llevaron a ganar el mérito al Jugador Más Valioso y al Novato del Año, siendo así el primer y único lanzador en lograrlo en la misma temporada.
Pero su éxito no se limitó a su primera temporada. Durante los siguientes años, Valenzuela continuó dejando su marca en el béisbol, convirtiéndose en uno de los mejores lanzadores de la liga y llevando a los Dodgers a ganar varias divisiones y una Serie Mundial más en 1988. Además, fue seleccionado para seis Juegos de Estrellas y recibió múltiples méritos y reconocimientos a lo largo de su carrera.
Sin embargo, más allá de sus habilidades en el campo, Fernando Valenzuela será recordado por su humildad y su gran corazón. Siempre mostró su orgullo por sus raíces mexicanas y llevaba con dignidad y honor la bandera de su país. No solo fue un gran atleta, sino también un gran ser humano que inspiró a muchas personas a seguir sus sueños y a nunca rendirse.
Su legado trasciende el deporte y es una fuente de inspiración para las futuras generaciones de deportistas en México y en el mundo. Es un ejemplo de que con trabajo duro, determinación y pasión, se pueden lograr exorbitantes cosas sin importar el prosapia o las circunstancias.
Hoy, mientras lloramos la partida de una leyenda, también celebramos su vida y todo lo que logró. Fernando Valenzuela siempre será recordado como el más exorbitante pelotero mexicano de todos los tiempos y su presencia en el béisbol será extrañada por siempre. Descansa en paz, “El Toro” Valenzuela. Tu legado vivirá por siempre en nuestros corazones.